viernes, 2 de mayo de 2008

La Gallina de los Huevos de Oro de Nicaragua

La Humanidad no puede sobrevivir sin los alimentos que producen los campos de las naciones. En la era de la Globalización muchos países desarrollados han cambiado sus modelos económicos de producción primaria por la industria o los servicios, influenciando a los países del tercer mundo a adquirir tal modelo. Sin embargo, en nuestro país la vocación agropecuaria sigue vigente. Como decía Quesnay: la riqueza nace del campo, del grano sembrado a la espiga.

Eso es lo que sucede en Nicaragua, nuestra producción alimentaria es el fundamento para satisfacer el nivel de consumo interno del país pero también para exportar hacia otros mercados. Aunque en nuestro país solamente el 30% de la población económicamente activa se dedica al campo, el 70% de los hogares hacen alguna actividad agropecuaria. Lo cual perecería poco significativo para pensar que nuestro país tiene vocación agropecuaria, pero si comparamos con las grandes potencias, como USA y Suecia, esta relación es mínima: 2.5 vs. 97.5 y 2 vs. 98, respectivamente.

Ahora bien, resulta interesante cuando se toman en cuenta los niveles de rendimiento de la producción del campo de una economía como la nuestra en comparación a la de USA o Suecia. Nuestro país se encuentra entre los menos productivos a nivel de Latinoamérica. Esto se debe al insuficiente desarrollo de las actividades agropecuarias que son muy poco tecnificadas.

Decía en su exposición el Profesor Carlos Comas que Nicaragua es un gran potrero en la actualidad. La pérdida de la masa boscosa por la penetración en la frontera agrícola de un campesinado de roza y quema ha convertido nuestro territorio en pastos. Estos pastos no son del todo productivos, comprenden suelos dañados por la erosión y han perdido sus minerales y su fertilidad. Por lo cual, sólo un cuarto del suelo total se dedica al cultivo. Aún así se presenta un minifundio tanto en la agricultura como la ganadería, es decir se trabaja el campo de forma extensiva, lo cual es menos productivo que el trabajo intensivo.

Estos minifundios no son del todo rentables para los productores, esto se debe a la inseguridad de la tierra y la obsoleta infraestructura productiva que hace más difícil la comercialización y el acceso a mercados. Aún así, estos minifundios son representativos en el PIB nicaragüense, el 21% de él es producción del campo, del cual el 10% es agrícola.

De igual manera el acelerado crecimiento de la población ha contribuido en gran medida a que la actividad agropecuaria no tenga el auge que necesitamos. De esta misma causa se desprende que los nicaragüenses no prefieran estar trabajando en el campo. Al aumentar los integrantes de la familia y con los pocos niveles de ingresos en las actividades del campo en comparación con los percibidos en la ciudad, la gente más preparada de la familia emigra a los polos inmediatos de desarrollo y difícilmente regresa a dedicarse al campo.


Cabe destacar que para volver a ser el granero de Centroamérica es preciso en primer lugar lograr un mayor acceso a la educación para que los productores del campo nicaragüense puedan obtener mayores beneficios de sus actividades. Igualmente, la asistencia técnica, la tecnología y la capitalización son factores claves para lograrlo. El potencial existe, hay que saber aprovecharlo al máximo.

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